lunes, 16 de enero de 2012

El rodaje (I)


Ya que teníamos previsto hacer una ruta bastante larga en Agosto, no me podía plantear iniciarla sin antes hacerle los primeros 1.000 km. a la moto, por lo que ni corto ni perezoso y después de haberle hecho durante la semana 600 km. a base de dar vueltas por los alrededores, familiarizarme con los pesos y las inercias, la frenada y las revoluciones con y sin pasajero, decidimos irnos a pasar un par de días a Casatejada, aproximadamente 200 km. de ida a través de los Valles del Tietar y La Vera, hasta Jaraiz, hacer noche en Casatejada y al día siguiente vuelta por Navalmoral de la Mata, Oropesa, Belvis de la Jara, hasta Toledo que es donde compré la moto y donde quería que me pasaran la primera revisión.
Un par de días antes le había montado las maletas laterales rígidas y el baúl trasero también rígido con su correspondiente rejilla, por lo que la moto tenía el aspecto que muestra la foto.
Impresionante ¿verdad?, así que salimos de Alcorcón después de comer, contando con que las horas de sol del verano nos permitirían llegar a Casatejada antes del anochecer, como así fué. Íbamos pertrechados cuan intrépidos moteros, pantalón de cuero ambos, yo con chupa de verano, cordura con frontal e interior de las mangas de red, mi mujer con chupa de entretiempo por aquello de que quizás cuando el sol baje tenga frío (ya sabéis como son las mujeres), además ella iba estrenando casco, un Shark modular que se había comprado días antes y que le apretaba bastante, claro, el vendedor le decía que eso era al principio, bla,bla,bla...
¡¡¡Que viajecito sufrió la pobre!!!, entre el calor que iba pasando con la chupa tan cerradita y el dolor de cabeza que le iba dando el casco, iba hecha unos zorros. Tanto que ni pudo disfrutar de la carretera tan bonita por la que íbamos circulando, ni del paisaje, ni de nada, de hecho no sacó ni una foto durante el camino.
Paramos a tomar un café en La Adrada, una Coca-Cola en Lanzahíta y un cigarro (eso solo yo) por Madrigal de la Vera, yo un cigarro y ella un descanso para aliviar el martirio del casco y la cazadora.
Rodamos sin prisas, sintiendo como se deslizaba la Sultana por la carretera, como entraba en las curvas y como salía perfectamente con un toque de gas, me quedé convencido de que no me había equivocado a la hora de elegir la moto, era perfecta.
Cuando salimos de Madrigal la carretera comienza a enrevesarse más, las curvas se hacen más cerradas obligándote a dibujar mentalmente la trazada sin errores, con anticipación para no llevarte sorpresas y ahí es donde te das cuenta de la comunión que tiene que existir entre el hombre y la máquina, donde suaves movimientos de tu cuerpo se traducen en inclinaciones de la máquina que te hacen tomar las curvas perfectas, un verdadero placer.
El olor del campo por la tarde, el aire que te acaricia la cara, el frescor cuando pasas por zonas de umbría, el sentirte dentro del paisaje y no detrás de una ventana, son las sensaciones que solo sentimos los que montamos en moto.
Y no digamos ya como se nos pone el ego cuando pasas por los pueblo y la gente se queda mirando la moto y ves como se paran y te siguen con la mirada mientras atraviesas el pueblo a baja velocidad.
Llegamos a Casatejada con la caida de la tarde cuando el sol en sus últimos estertores lo inunda todo de color naranja. Cenamos con los abuelos, salimos a tomar un refresco a una terraza y nos fuimos a dormir habiendo hecho los primeros 205 km.


Ver mapa más grande

1 comentario:

  1. Y yo con mi casco nuevo apretandome los sesos y haciendo polvo el cuello con el barbiquejo tan pequeño. Era tan molesto que se me olvidó el calor y el dolor de culo ¡menos mal que me he deshecho de él!

    ResponderEliminar